En los últimos dos siglos, los estudiosos de la teología moderna, tanto protestante como católicos, han llegado a la conclusión de que la Biblia es un libro acerca de Dios y no de Dios. Esto sin duda es una actitud muy peligrosa, aceptar de la Biblia lo que concuerda solamente con los propios criterios. Esta ha sido la actitud de muchos seminarios y facultades oficiales de teología, sobre todo en el norte de Europa.
Desde los tiempos del racionalismo y de la ilustración del siglo XVIII, la Biblia está siendo cuestionada en cuanto a su autoridad e inspiración por la teología oficial protestante. El Pentateuco es objeto de una atención especial. Los teólogos creen poder discernir diferentes «fuentes” en el Pentateuco. La autoría de Moisés es descartada.
De la misma manera se trata al NT. Los evangelios llegan a ser leyendas sin valor histórico. También teólogos más conservadores como por ejemplo Carl Barth se niegan a reconocer la inspiración verbal de la Biblia. Según él, los profetas y apóstoles eran falibles como autores de la Biblia. Por lo tanto, la Biblia contiene errores. Al mismo tiempo, Barth insistía en que la Biblia era la Palabra de Dios. Sin embargo, es imposible llamar a un documento falible la «Palabra de Dios”. Los seguidores de Barth dijeron que la Biblia «contiene” la Palabra de Dios. Algunas afirmaciones de la Biblia son llamadas «históricamente equivocadas, pero espiritualmente correctas», como por ejemplo 1 Reyes 17 y l8 y Lucas 4:25 y 26.
Pero si una vez que empezamos a cuestionar que la Biblia es la Palabra de Dios en su totalidad, entonces todo es subjetivo. Podemos preguntarnos: ¿Cómo se puede saber dónde empieza la Palabra de Dios y dónde termina? Y una de las características de la teología moderna es precisamente su arbitrariedad en la exposición de la Biblia. El teólogo alemán Rudolf Bultmann quería «desmitologizar» la Biblia. Lo que sobraba era prácticamente nada. Toda la Biblia, según Bultmann, era un mito, un cuento de hadas. El último paso era declarar a Dios como un mito y pronunciar la muerte de Dios. A.T. Robinson se hizo famoso en los años 60 de nuestro siglo dando precisamente este paso.
Buenos y excelentes escritos.