Los Rollos del mar muerto

Hasta ahora estos rollos (en muchos casos no son más que fragmentos de cuero y de papiro) son los manuscritos  bíblicos  de  más  antigüedad  que  se  conocen. 

Luego  de  diligentes  estudios  se  ha  podido comprobar que son mil años más antiguos que los masoréticos. Muchos de ellos datan de antes de la era cristiana.

El hallazgo de los rollos del Mar Muerto constituye lo que un erudito ha calificado como el más grande descubrimiento de manuscritos de los tiempos modernos. En realidad, fue una bendita casualidad.

El texto de estos rollos difiere muy poco, no más de un 5% y en detalles sin importancia, de los manuscritos masoréticos, lo cual no hace más que confirmar la asombrosa fidelidad de estos últimos. Este hecho es muy significado, sobre todo cuando consideramos que algunos esperaban que estos manuscritos provocarían poco menos que el derrumbamiento de la fe cristiana. En realidad, ha sucedido todo lo contrario: las variantes de los manuscritos no han afectado a ninguna doctrina fundamental del cristianismo y tanto éste como la Biblia han salido incólumes de los ataques de sus detractores.

Según el lugar de su descubrimiento, los rollos del Mar Muerto se dividen en dos grupos bien definidos. El primero lo constituyen los manuscritos descubiertos en Qumrán; el segundo, los descubiertos en las cercanías del Wadi Murabba’at, aunque también son dignos de mención los hallazgos en Nahal Hever, a seis kilómetros al sur de En-gadi.

Los manuscritos de Qumrán,

En la primavera de 1947, a doce kilómetros al sur de Jericó y a poco más de un kilómetro de la Costa Oeste Mar Muerto, se encontró en un cueva llamada Qumrám, varias tinajas, que contenían en su interior rollos de la Biblia, cubiertos de betún y cuidadosamente envueltos en tela. Escritas en varias lenguas: arameo, griego y hebreo. La mayor parte fueron escritas en pergaminos, y los otros en papiro.

La historia de este hallazgo ha llegado a nosotros en distintas versiones, por ejemplo se dice de un muchacho beduino que, a fines de mayo de 1947, se internó solo por los agrestes parajes cercanos a Ayin Feshja en persecución de una cabra que se le había escapado, y cómo, cansado, se sentó, y descubrió un orificio en la ladera. Esta historia sigue afirmando que el joven marchó aprisa de allí atemorizado, y que volvió al día siguiente con un amigo suyo para investigar más a fondo. Habiendo descubierto varios recipientes que contenían rollos, los vendieron a un comerciante de Belén. Pero una historia distinta ha tomado más fuerza en los últimos tiempos, esta dice que a fines de 1946 tres pastores que se hallaban por los alrededores del oasis de Ayin Feshja, no lejos de las ruinas de Qumrán, fueron ellos los descubridores. Yuma Mohamed Jalil tenía la obsesión de que si exploraba las cuevas suficientes hallaría un tesoro de gran valor. Acompañado de otros dos amigos, de la tribu beduina seminómada ta’amireh, llamados Jalil Musa y Mohamed Ahmed el-Hamed, guardaban los rebaños en aquella región. Yuma se dio cuenta de dos a modo de agujeros que se abrían sobre una de las paredes del acantilado. Subieron hasta allí y pudieron constatar que el agujero superior permitía el paso de una persona delgada. Al arrojar una piedra adentro, oyeron un ruido como si hubiera tocado un recipiente de barro. Llenos de curiosidad, pero impedidos de seguir explorando porque estaba cayendo la noche, él y sus amigos tuvieron que dejar la búsqueda para un día más oportuno. Dos días después, Mohamed Ahmed el-Hamed se dirigió allí a solas. Una vez dentro de la cueva, descubrió diez jarras de pie a lo largo de la pared de la cueva, algunas con su cubierta. Había muchos cascos de jarras rotas. Sólo en una de las jarras tapadas encontró dos paquetes, envueltos en telas, y empapados de algo negro. Al enterarse los otros dos de este hallazgo, y enfurecidos por la escapada del primero, llevaron los rollos a un carpintero dedicado también a las antigüedades en Belén. No llevando éste ninguna gestión a cabo, se pusieron por fin en contacto con Jalil Iskandar Shalim, un zapatero/anticuario también de Belén. Esto sucedía a principios de abril del mismo año. Finalmente, después de varias incidencias, fueron vendidas al arzobispo Athanasius Jesche Samuel, de la Iglesia Siria Ortodoxa en Jerusalén del monasterio de San Marco.

Estos tres rollos descubiertos en la primera incursión de los beduinos en la cueva, resultaron ser el famoso “Rollo de Isaías”, con el texto completo (1QIs’), el Comentario de Habacuc (1QpHab), y la Regla de la Comunidad (1QS), además de un cuarto rollo procedente de una segunda incursión de los beduinos en la cueva, que resultaría ser el Génesis Apócrifo (1QApGen).

En la segunda incursión se consiguieron otros tres rollos, además de dos jarras, que finalmente fueron a parar a manos del doctor E. L. Sukenik, que era a la sazón rector de la Universidad Hebrea de Jerusalén y padre de Yigal Yadin (general del ejército israelí quien después se convertiría en un famoso arqueólogo y excavador de Masada y Hazor). Éstos resultaron ser: una colección de Himnos o Salmos (1QH); la Regla de la Guerra (1QM), y un rollo incompleto de Isaías (1QIs’), que pasaron a la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Por medio de un bibliotecario sirio, el doctor Sukenik pudo llegar a ver los rollos del arzobispo Atanasio, pero no consiguió adquirirlos.

Estudiosos de la Escuela Americana de Investigación Oriental fueron quienes examinaron, ellos fueron los primeros en darse cuenta de su antigüedad. John Trever las fotografió a detalle y el gran arqueólogo William F. Albright pronto anunciaría que los rollos pertenecían al periodo entre 200 años a.C. y 200 años d.C. Entonces se hicieron los primeros anuncios de que los manuscritos más viejos jamás descubiertos habían sido encontrados en el desierto de Judá.

Después de la primera guerra árabe-israelí, el arzobispado de Mar Atanasio precisaba de dinero para hacer frente a ayudas a personas necesitadas, y recurrió a su venta en Estados Unidos. Metropolitan Samuel publica un anuncio en el Wall Street Journal. Por coincidencia (o ¿providencia divina?) Yigal Yadin se encontraba en Nueva York y leyó el mensaje en el diario. A través de intermediarios pudo comprar estos invaluables manuscritos por una cantidad cercana a los $250,000. En Febrero de 1955 el Primer Ministro de Israel anuncia que el Estado de Israel había comprado los pergaminos y los siete (incluyendo los comprados anteriormente por el profesor Sukenik) se conservarían en un museo especial de la Universidad Hebrea llamado Santuario del Libro, donde se pueden ver el día de hoy.

Los siete manuscritos originales, de la que se ha llamado «cueva 1» comprenden lo siguiente:

  1. Una copia bien conservada de la profecía de Isaías completa la copia más vieja de un libro del AT jamás descubierta.
  2. otro fragmento de Isaías.
  3. Un comentario de los dos primeros capítulos de Habacuc el comentarista explica el libro alegóricamente en términos de la hermandad Qumrán.
  4. El «Manual de la Disciplina» o «Norma de la Comunidad» la más importante fuente de información acerca de la secta religiosa en Qumrán describe los requisitos para aquellos que deseen ingresar a la hermandad.
  5. los «Himnos de Acción de Gracias» una colección de «salmos» devocionales de acción de gracias y alabanza a Dios.
  6. el libro de Génesis parafraseado en arameo.
  7. la «Norma de Guerra» que trata de la lucha de los «hijos de la luz»  y «los hijos de las tinieblas»  a ocurrir en los «últimos días».

Una de las copias del libro de Isaías (la que estaba completa) fue sometida al Carbono 14[1] , arrojando una antigüedad de entre el año 202 y 107 a.C.   El método Paleográfico[2], mejorado en años recientes, se ha convertido en un método bastante fiable, esta permitió una datación y comprobación absoluta de la fecha arrojada por el Carbono 14, basándose en la comparación de la forma y la posición de las letras con fuentes externas, como monedas e inscripciones fechadas.

En un estudio varias especialistas compararon el capítulo 53 de Isaías encontrado entre los rollos del Mar Muerto con el texto masorético elaborado muchos años después. El resultado del cotejo fue lo siguiente:

  • De las 166 palabras de Isaías 53, sólo se cuestionaron 17 letras.
  • 10 de ellas son simplemente cuestión de ortografía que no afectan el sentido del mensaje.
  • 4 letras suponen cambios pequeños de estilo, como conjunciones.
  • Y las 3 letras restantes componen la palabra «Luz», que se había agregado en el verso 11 y que no afecta demasiado el sentido del mensaje.

El descubrimiento en general consiste en unos 5000 fragmentos que constituyen como 400 libros. Estos manuscritos pertenecían a la biblioteca de los esenios, un grupo sectario judío de costumbres austeras que se separó de los demás judíos y formó una comunidad monástica que existió entre los años 100 a.C. y 100 d.C. Entre los manuscritos reconstituidos de los fragmentos se hallan todos los libros del AT, excepto Ester.

Uno de los dos más importantes es el Rollo de Isaías, que es actualmente la copia más antigua de un libro completo de la Biblia, data del siglo II a.C.

El otro es el fragmento de Samuel, que se cree que es el manuscrito bíblico más antiguo que se conoce, probablemente del siglo IV a.C.

Los manuscritos de Wadi Murabba’at.

A dieciocho kilómetros al sur de Qumrán, al sudoeste de Belén, en las cercanías del Wadi Murabba’at, los beduinos hallaron unas cuevas con diversos mss. Este hallazgo tuvo lugar en el año 1951. Después de una búsqueda sistemática gracias a las pistas dadas por los beduinos, De Vaux descubrió una buena cantidad de restos: de estas cuevas salió el más antiguo ms. hebrea conocido, un papiro fechado en el siglo VII a.C., anterior al exilio babilónico. También se encontraron muchos mss    bíblicos fragmentarios, todos ellos con escritura protomasorética, una copia fragmentaria de la versión gr. de los Profetas Menores (de alrededor del año 150 d.C.); otro texto de los profetas menores, entregado por los beduinos, y que afirmaban proceder de Murabba’at, datado también por el siglo II d.C., pero en lengua hebrea de tipo premasorético, y conteniendo desde la mitad de Joel hasta el comienzo de Zacarías; cartas escritas de puño y letra del caudillo de la segunda insurrección judía contra Roma (132-135 d.C.), a quien el Rabí Akiva había dado el nombre de “Bar Coqueba” (hijo de la Estrella), en una blasfema alusión a la profecía mesiánica de Números 24:17. También se descubrieron dos cartas dirigidas a él. En base a los mss de Murabba’at, que están bien fechados, ya que algunos de ellos llevan inscrita su fecha de una manera expresa, y otros se pueden datar por su marco arqueológico y monedas asociadas, se puede establecer una base realmente fiable para los estudios paleográficos, y asignar con toda confianza a los escritos hebreo de Qumrán la fecha del siglo I d.C. y anterior a él.


[1] Isótopo radiactivo del carbono, que se forma en la atmósfera, el contenido del carbono 14 permite fechar los restos arqueológicos

[2] Ciencia que estudia la escritura y signos de textos antiguos

0
0

Geycer Paredes

Pastor - Maestro de la Biblia, Coordinador académico de la Universidad Bíblica de las Américas en Perú. Autor de libros relacionados con la hermenéutica e Historia Bíblica. Director académico en el Instituto Bíblico Betania.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver arriba