Los libros apócrifos no son inspirados por Dios; pero son útiles como libros de Historia, como dijo Martín Lutero “no son iguales a las Sagradas Escrituras, pero sí son útiles y buenos para leer”. Pero no pueden ser considerados como libros inspirados por Dios. Los católicos tratan de demostrar que son libros inspirados ya que en ellas se encuentran muchas de las falsas doctrinas que predican.
El Vaticano reconoce tácitamente que los libros apócrifos no fueron escritos bajo inspiración divina. A los 39 libros que integran el canon o catálogo hebreo, la Iglesia Católica Romana les da el calificativo de protocanónicos, y a los siete libros llamados apócrifos les da el calificativo de deuterocanónicos.
Desde San Jerónimo hasta 1545, permanecieron agregados a la Vulgata 10 libros apócrifos. Eran considerados libros útiles como devocionales, pero nada más.
Pero al reunirse el concilio de Trento en 1545, se planteó el problema de los libros apócrifos, nuevamente y después de muchas discusiones habidas sobre el asunto, el concilio aceptó 7 y rechazó tres, de los 10 que venían figurando en la Vulgata; pero estuvo muy lejos de haber sido por unanimidad.
Esto prueba de una vez para siempre que hasta aquella fecha no eran considerados como inspirados, porque si lo fuesen, ¿a qué discutir de nuevo el asunto? ¿Por qué el concilio no dio su aprobación a los 39, por todos aceptados como inspirados? Sencillamente no era necesario aprobar en 1545, lo que ya estaba aprobado desde muchos siglos antes.
Ahora bien, si los católicos dicen que el mero hecho de figurar en la «Vulgata» era que los reconocían como inspirados, antes del concilio de Trento; entonces la pregunta es: ¿Por qué el concilio rechazó tres de los 10 libros? Porque efectivamente el concilio rechazó el 3 y 4 de Esdras y la oración de Manasés.
Si el mero hecho de haber figurado añadidos a una versión determinado número de años, les concedía algún derecho, los tres rechazados lo tenían igual que los otros siete.
Y si los católicos romanos afirman que los libros en cuestión fueron reconocidos por el sínodo de Cartago en 397, queremos recordarles que hay serio conflicto entre Cartago y Trento.
¿Si Cartago aprobó el 3 y 4 de Esdras y la oración de Manasés, y si esta aprobación vale algo para la iglesia Romana, Cómo el concilio de Trento desaprobó los libros en cuestión?
De todas maneras; o el sínodo de Cartago se equivocó, o se equivocó el concilio de Trento; por consiguiente, uno de ellos se equivocó, porque lo aprobado por uno fue desaprobado por otro.
Si uno de dichos concilios se equivocó, bien pudieron haberse equivocado los dos; porque «es de humanos errar».
Está pues demostrado que la iglesia Romana, no admitió los apócrifos en el canon de los libros inspirados hasta el concilio de Trento en 1545.
Por esta razón, los protestantes conservadores, siguiendo la autoridad de San Jerónimo, rechazan todos los deuterocanónicos del AT, considerándolos como apócrifos. El primero en negar la canonicidad de los deuterocanónicos fue Carlostadio, en 1520, cuyo nombre verdadero era Andrés Bodenstein. Por eso, la Biblia de Zurich de 1529 los coloca en apéndice. Pronto le siguió Lutero, el cual, en su primera traducción alemana de la Biblia (año 1534), los coloca en apéndice bajo el título de apócrifos. En 1540 también Calvino rechazó los deuterocanónicos.
Las diversas confesiones protestantes rechazaron igualmente la canonicidad de los deuterocanónicos. No obstante, la Confesión galicana (1559), la Confesión anglicana (1562), la Confesión belga (1562) y la II Confesión helvética (1564) aún los conservan en apéndice al final de la Biblia. En el sínodo de Dordrecht (Holanda), año 1618, algunos teólogos calvinistas pidieron que los libros apócrifos, es decir, los deuterocanónicos, fueran eliminados de las Biblias. El sínodo decidió seguir un camino medio, ordenando que en adelante se imprimieran en caracteres más pequeños. Esta costumbre la han seguido en general los luteranos hasta hoy día. Entre los años 1825‑1827, y de nuevo en los años 1850‑1853, tuvieron lugar en Inglaterra duras controversias acerca de la recepción en la Biblia de los deuterocanónicos. Esto llevó a la Sociedad Bíblica Inglesa a la determinación (3 mayo 1826) de no imprimir en adelante los libros deuterocanónicos junto con el resto de la Sagrada Escritura.