Hacia finales del siglo IV, el Papa Dámaso I, obispo de roma, encomendó a Jerónimo (el católico más destacado de su tiempo) a que prepararse la versión oficial de la Biblia, y este se fue hasta Belén, en donde le dedicó cerca de 20 años de la vida entregado a la traducción de la Biblia oficial, la cual vendría a llamarse la «Vulgata Latina» que vio la luz alrededor del año 400 d.C. El término Vulgata haría referencia a Vulgata editio (edición divulgada).
Jerónimo tampoco era participe de la inclusión de los libros apócrifos; pero la presión ejercida por los que estaban familiarizados con la versión Itala, terminaron obligándolo.
A partir de la Vulgata Latina, los Católicos, hicieron que fuera prohibido la traducción de la Biblia, durante siglos escondieron la Biblia de la lengua común de los pueblos, en el Concilio de Tolusa (1229) se aprobó que los Laicos no leyeran la Biblia en el idioma común, todo aquel que protestaba o se sublevaba a esto, era hombre muerto.