La palabra “crítica” viene de la voz griega krinein, que significa juzgar, discernir. No debe entenderse, por lo tanto, en sentido negativo, sino más bien como neutro. Se dice que es bíblica porque trabaja dentro de los límites establecidos por el canon de las Sagradas Escrituras.
Hay una dificultad inicial al tratar de definir el término “crítica bíblica”. El libro Descubre la Bibliahabla de la Crítica Bíblica en un Apéndice en la página 215 la define como “la tarea sistemática aplicada al estudio del texto bíblico, de sus contextos históricos y literarios, con la intención de llegar a su mensaje original; aquel comunicado por sus autores y comprendido por sus primeros receptores”.
Luego dice: “Este término califica la labor de los biblistas, también llamados exegetas; ellos utilizan principios y técnicas claramente definidas y desarrolladas a través de los años, y de manera científica”.
Según el Dr. Theo G. Donner, esta definición no es adecuada por cuanto identifica la crítica con la exégesis, siendo que pone como meta de la crítica el llegar al «mensaje original» de los autores bíblicos. Así es que identifica, en el párrafo siguiente, la tarea de los biblistas (es decir: la crítica) con la de los exegetas.
En la forma más sencilla y más general podemos decir que la Crítica Bíblica se preocupa de todo aquello que cae dentro del ámbito de la Introducción a la Biblia: hace las preguntas en cuanto a la transmisión de los documentos y la crítica textual. Pregunta en cuanto a la fecha, la composición y la paternidad literaria de los documentos. En este sentido amplio es posible decir, como lo hizo J. Orr, que todo estudioso de la Biblia forzosamente está metido en la tarea de la Crítica Bíblica, porque tiene que tomar decisiones frente a las preguntas de fecha, composición y autor, para determinar el contexto histórico original del texto que estudia. De allí que se puede decir que el término «crítica» no ha de tomarse en sentido negativo, sino más bien neutro
La crítica en sí no es algo nuevo, los autores como Orígenes y Agustín eran eminentes conocedores del texto bíblico y hasta escribieron obras científico-analíticas sobre él. Sabían perfectamente lo que habían significado los textos en su origen, pero buscaron conscientemente un sentido nuevo, empezó a descuidarse la atención al sentido original. Teodoro de Mopsuestia, uno de los teólogos más salientes de la escuela de Antioquía, relegó algunos salmos (como el 51, el 65 y el 127) a la época del Exilio.
En la Edad Media, Ibn Ezra, un académico judío, declaró haber descubierto varios anacronismos en el Pentateuco. Durante ese tiempo la lectura bíblica era en cierto sentido espontáneo y pragmática. Se leía la Biblia buscando en ella un pensamiento que iluminase la vida, la doctrina, la moral, dentro de la perspectiva del lector o de su comunidad; pero no se buscaba lo que quiso decir el autor para el contexto en que se encontraba. De este modo se corría el peligro de caer en el subjetivismo: se leía en la Biblia lo que uno tenía ya en la cabeza; se obligaba al texto a decir lo que se deseaba que dijese… Y esto, no siempre para iluminar los desafíos de la vida, sino para encender la hoguera contra algún adversario teológico. Contra este tipo de lectura, sujeta a la manipulación y que atribuía eventualmente a los venerables autores lo que ellos nunca quisieron decir, surgió la actitud crítica respecto al texto bíblico. Se convino en llamar a esta actitud “critica”, en oposición a la actitud ingenua o espontánea de la explicación bíblica ordinaria. La actitud crítica no quiere negar lo que está en la Biblia. Quiere solamente examinar cómo son las cosas.
Hasta Martín Lutero aplicó una forma de crítica literaria cuando ocasionalmente se pronunció sobre la autenticidad y el valor relativo de los libros bíblicos. Pero no fue hasta entrado los siglos 18 y 19, 1753, para ser exactos, cuando la alta crítica se introdujo en la escala y con el propósito como la entendemos hoy en día. En las universidades alemanas se aplicaron a la Biblia estos métodos de investigación y análisis de la crítica que los historiadores habían desarrollado para reconstruir el pasado. Trataron de descubrir la fecha de cada libro, su autor, su propósito, las características del estilo, el lenguaje y las palabras originales. Se preguntaron, ¿Cuáles son las fuentes originarias de los documentos bíblicos? ¿Son dignas de confianza? ¿Cuál es el significado y el fondo histórico de cada uno de ellos? Para muchos de los investigadores, la Biblia no era ya un libro inspirado sino un libro más como cualquier otro.
La crítica bíblica puede arrojar mucha luz sobre las Escrituras si se aplica con reverencia y erudición. Los Padres de la Iglesia, los reformadores, y eruditos evangélicos conservadores han realizado tales estudios con gran beneficio. Los teólogos los consideran una ayuda indispensable para interpretar la Biblia. Sin embargo, los críticos liberales, bajo la influencia del racionalismo moderno, han llegado a conclusiones que son capaces de destruir toda confianza en la inspiración de la Biblia si pudieran demostrarse. Con esto, sería imposible creer en Cristo como Salvador.