En los orígenes de la Iglesia, la regla de fe se encontraba en la enseñanza oral de los apóstoles. Pasado el tiempo, se sintió la urgente necesidad de poner por escrito las enseñanzas del Señor Jesús y los rasgos más sobresalientes de su vida. Este fue el origen de los evangelios.
Por otra parte los apóstoles alimentaban espiritualmente a los fieles mediante cartas, según los problemas que iban surgiendo. Ellos animaron a las iglesias a leer sus cartas y los evangelios públicamente en los cultos y, por lo tanto, existen muchas copias de los textos sagrados desde el primer momento. Este fue el origen de las Epístolas. A mitad del siglo I comenzaron a copiar y coleccionar los escritos divinamente inspirados de los apóstoles y profetas novo testamentarios. Donde, primero quizá Roma conocía el Evangelio de Marcos (que, como acompañante y expositor de Pedro, escribió allí) y Siria tenía el Evangelio de Mateo, mientras que un grupo de creyentes de diversos pueblos poseía el de Lucas, y Éfeso el de Juan, allí parecen ser ensamblados estos 4 evangelios, a fines del siglo I, en un sólo volumen que fue llamado “El Evangelio”. Por aquella época, las cartas que Pablo había escrito a varias iglesias y personas ya estaban coleccionadas, y una colección circuló por las iglesias bajo el título de “El Apóstol”. En esta colección, el libro Los Hechos de los Apóstoles era muy interesante como ilustración; era un escrito de Lucas, que con su Evangelio debe haber formado un solo libro. Junto a estos volúmenes, las cartas de otros apóstoles y de “hombres apostólicos» así como Apocalipsis de Juan, fueron reconocidas como de origen divino y admitidas en el canon del NT ya en el siglo II d.C. la Biblia no sólo estaba completamente escrita, sino que también comenzó a circular en volúmenes completos. Esta Biblia contenía el AT en la versión griega Septuaginta, y el NT griego en el que había sido escrito. Cuando en el siglo III, surgió el códex (Códice), por primera vez fue posible compendiar la Biblia en un solo volumen. De tales Biblias no ha quedado conservada ni una sola completa, en parte porque el material usado era casi siempre el perecedero papiro, y en parte porque algunos césares (en concreto Diocleciano, finales del siglo III dieron batidas contra la Biblia y destruyeron grandes cantidades de ellas.