
La autoridad de un manuscrito radica en la confianza y credibilidad que se le otorgan, en función de ciertos méritos. En el caso de los manuscritos bíblicos, estos méritos se centran principalmente en la antigüedad y la calidad del documento. Por lo general, un manuscrito tiene mayor autoridad cuanto más antiguo es. ¿Por qué? Porque los manuscritos recientes son, en la mayoría de los casos, copias de textos anteriores; por lo tanto, cuando surgen discrepancias entre distintas versiones, es más probable que los manuscritos más antiguos contengan una versión más cercana al texto original.
Este fenómeno es comparable a la transmisión de un comentario que pasa de persona en persona: las primeras personas que lo escucharon suelen conservar una versión más precisa que aquellas que lo escuchan en última instancia, después de haber pasado por varias interpretaciones o reformulaciones. Sin embargo, en algunos casos, un manuscrito más reciente puede conservar una alta autoridad si se trata de una copia de alta calidad. Esto significa que, aunque su antigüedad sea menor, su texto es fiel a los manuscritos más antiguos y confiables, con mínimas variaciones.
En términos generales, la autoridad de los manuscritos del Antiguo Testamento se fundamenta más en la calidad que en la antigüedad. A diferencia del Nuevo Testamento, que cuenta con un gran número de manuscritos, aunque no todos de igual calidad, los manuscritos del Antiguo Testamento son menos numerosos pero se consideran, en promedio, de una calidad superior. La precisión y el cuidado con los que fueron copiados han contribuido a su reconocimiento como fuentes confiables, independientemente de la época en la que fueron producidos.